Cómo mirar y entender una obra de arte

¡Hola a todos!

Hoy me gustaría hablar de arte, de pintura, pero no desde la perspectiva que te da “coger un pincel”, sino desde “el otro lado” (que también estoy ahí), desde el punto de vista de quienes nos paramos a observar una obra de arte (la que sea). Y me pregunto: ¿qué acontece en el ánimo de alguien que mira uno de mis lienzos? ¿Ve en ellos lo que yo quiero que vea? ¿Ve en ellos otra cosa distinta? ¿Algo mejor, quizá? Es decir, ¿cómo miramos y entendemos una obra de arte?

“Lo mío” es el realismo. “Lo humano”. “Lo real”. Es decir, cuando yo pinto una flor, quiero que se vea una flor (no una imagen que se parece a una flor). Quiero que se vea una flor real, una flor del “mundo humano”. Lo que intento es que en la mente de aquel que observa mi obra brote la imagen de esa flor fuera del lienzo, en el campo (véase, por ejemplo, mi obra ‘Voluntad’). Pero también quiero que se disfrute con el simple hecho de ver el cuadro, es decir, busco el goce estético en mi pintura. Busco realismo, sí; pero no desecho o huyo del goce estético como fin último.

Ortega y Gasset nos habló, con la llegada de las vanguardias en el s. XX (los famosos ismos), de ‘la deshumanización del arte’, es decir, nos habló de las formas propiamente artísticas, de las irrealidades, en la medida en que la obra no nos lleve a percibir “formas humanas”, formas reales, sino algo puramente estético. Así, para ver una obra de arte, un cuadro (en nuestro caso), debemos acomodar de una cierta manera nuestra mirada.

Así sucede en la imagen de corriente surrealista que ahora tenéis a vuestra izquierda. Para “despertar” el goce estético no haría falta despertar la “sensibilidad humana”, no haría falta tener un referente “humano” en la realidad, ya que el fin no es ver en esta obra ni flores reales ni un cuerpo humano real, sino, simplemente, gozar estéticamente de la composición. Se trata de una tendencia a la purificación del arte. Y esta tendencia llevará a una eliminación progresiva de los “elementos humanos” o, al menos, “demasiado humanos”.

El proceso lleva a un punto en que el “contenido humano” de una obra cualquiera sea tan escaso que casi no se aprecie “humanidad”. Por lo tanto, estaremos ante una obra artística que solo puede ser percibida desde la “sensibilidad artística” (así hay que mirarla y tratar de entenderla, alejándose de la “visión humana”). No ha lugar, entonces, la “sensibilidad humana” (véase la imagen futurista de la izquierda, que aún conserva, no obstante, cierto referente “humano” en su realización).

El arte nuevo es un hecho universal. Inevitable. Pero el arte tradicional, ese que lleva en su esencia “lo humano”, en mi opinión, también requiere sensibilidad artística y es puro arte, o arte puro, aunque remita a una “realidad humana” y no sea arte en sí mismo desligado por completo de “lo humano”. Así que, yo me pregunto: ¿por qué no hablar de “humanización del arte” o “rehumanización del arte”?

“La moda”, lo cool, es ser vanguardista. Soy consciente. Las vanguardias fueron movimientos rupturistas que se separaron radicalmente del subjetivismo romántico y del realismo que se había dado hasta el momento. Pero es del parnasianismo de donde se recoge la idea del “arte por el arte“.

El realismo es arte. Es arte que remite a “lo humano”. Es, en definitiva, ARTE HUMANO.

Para concluir esta entrada en el blog, me gustaría comentaros el origen del término parnasianismo, ya que me resulta muy interesante. Este término tiene su origen en Parnassus, monte mitológico consagrado a Apolo y las Musas.

Os adjunto un enlace al Museo del Prado en el que podréis ver la obra ‘El Parnaso’:

Enlace al Museo del Prado

¡Un saludo!

¡Y muchas gracias! 🙂

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